Esta semana, Apple ha presentado sus nuevos terminales iPhone 8 y iPhone X. Como de costumbre tras cada presentación de Apple, se ha elevado un coro de voces críticas con los nuevos productos. Que si eso ya lo hace Samsung desde hace años, que si la diferencia con el modelo anterior no es tan grande, etc.
Soy ya demasiado viejo para caer en la trampa de una discusión online acerca de si «Apple bien» o «Apple caca». No es fácil desarrollar en Twitter o Facebook que si Apple vende tanto no es gracias a ser el principal referente tecnológico: esa no es su posición en el mercado (y ya es hora de que algunos se enteren, porque lleva dos décadas sin serlo).
Desde la perspectiva de la marca Apple, la noticia no es que por fin haya un dispositivo en el mercado con pantalla OLED (otros las tienen desde hace años), sino que por fin hay un iPhone con pantalla OLED. Analiza la diferencia.
Vale, ya lo dejo, que si no acabo hablando solo de Apple y no venía a eso.
A lo que iba
Estas discusiones y reacciones a los nuevos modelos de la marca me suelen recordar que, demasiado a menudo, confundimos e intercambiamos a lo loco tres términos cuyas diferencias son muy relevantes en gestión de productos y en marketing: características, capacidades y funciones.