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Me echas de menos, IKEA. Yo no quería tener nada serio contigo pero, aun así, me convenciste para que me sacase tu tarjeta IKEA FAMILY. Creía que aquello iba a ser un a mera relación de conveniencia: yo te doy mis datos para que me conozcas mejor y puedas enviar comunicaciones comerciales y tú, a cambio, me acumulas puntos por mis compras futuras.

Está claro que tú esperabas algo más. Pequé de ingenuo, porque está claro que por algo las llaman tarjetas de fidelización. Querías fidelidad y no te la he dado. Por eso, me has mandado una newsletter para decirme que me echas de menos.

En cierto modo, tu newsletter ha sido un gesto muy humano. La has empezado con un “Hola, ¿estás ahí?” Ha sido bonito, como esos WhatsApps que recibes de vez en cuando desde un número que no figura en tu agenda: “Hey, hace mucho que no nos vemos, a ver si quedamos.” Parecía que me lo enviase un amigo del colegio al que llevo veinte años sin ver. Lo que me ha dejado un poco contrariado ha sido ese “¡Te echamos de menos!”. Ahí, has roto la magia, querida IKEA: si hubieras usado el singular, podrías haber oído el chispazo de emoción desde Suecia.Sigue leyendo el artículo…

Desde que empecé a trabajar en Bitext, me han preguntado ya muchas veces qué es el análisis del sentimiento (o, en inglés, “sentiment analysis”): es el proceso por el que determinamos si una frase o acto de habla contiene una opinión, positiva o negativa, sobre una entidad concreta o sobre un concepto. Es un término que está muy ligado a las redes sociales pero que, en realidad, no está limitado a ellas.

Mediante el análisis del sentimiento, aspiramos a entender, en primer lugar, con qué guarda relación el texto que analizamos. Por ejemplo, nos interesa saber si la frase en cuestión trata sobre nuestra marca o sobre el concepto que nos interesa analizar (p. ej. – “hoteles”). Idealmente, querremos saber esto pero con mayor nivel de granularidad: ¿a qué se refiere exactamente la frase? ¿A nuestra marca, en general, o a un aspecto de nuestro producto o servicio (envase, precio, la habitación, la atención recibida…)? Una vez que el sistema tiene claro sobre qué es la opinión, nuestro segundo objetivo será conocer el sentido de esa opinión (positiva o negativa, básicamente), así como la intensidad de esa opinión. A esa puntuación, técnicamente, la llamamos “intensidad de la polaridad”.

Los sistemas más sencillotes se limitan a leer una frase y buscar en ella palabras que tienen registradas en su diccionario como buenas o como malas. Si aparece una palabra buena (p. ej. – “estupendo”), es una opinión positiva. Si aparece una palabra mala (p. ej. – “decepcionada”), es una opinión negativa. Si no encuentran ninguna palabra que, según su diccionario, exprese algo negativo o positivo, estos sistemas más sencillos suelen hablar de “opiniones neutras”, aunque para mí sería preferible entender que lo que ocurre es que no hay opinión como, por ejemplo, si yo tuiteo “Estoy esperando a mi primo en el McDonald’s”. Paradójicamente, muchos de esos sistemas simples también te dirán que una opinión es neutra si han encontrado una palabra negativa y otra positiva. Esto último debería provocar sonrojo a más de uno, pero no.Sigue leyendo el artículo…

A estas alturas, a nadie se le escapa que todo departamento de marketing debe demostrar, en términos económicos, la efectividad de sus acciones y decisiones. Antes, decíamos que lo que no se puede medir no se podía mejorar. Ahora, lo que no se puede medir no existe.

La excusa de “nos ayuda en términos de imagen o de brand awareness” ya no es aceptada en la mayoría de las organizaciones. Tampoco basta ya con demostrar el retorno global de la inversión en marketing: el beneficio ha de poder medirse con un elevado nivel de granularidad, a nivel de canal, de campaña o de táctica. Así, no sólo es posible validar el rumbo general del área de marketing, sino que también podemos optimizar la inversión y sacar el máximo jugo al presupuesto existente.

Conocer el retorno de cada acción realizada o de cada canal parece sencillo, a primera vista. Por ejemplo si, en un comercio electrónico, invertimos 2.000 euros en una campaña de AdWords y tenemos bien configurado nuestro Google Analytics, podremos saber con precisión cuantos clicks han convertido y cuánta facturación han generado esos 2.000 euros. Fácil, ¿verdad? Pues no. Quizá nos conformemos con ese dato pero, a poco que pensemos en el asunto, nos daremos cuenta de que la realidad es mucho más complicada. Por ejemplo, podemos hacernos preguntas como estas:Sigue leyendo el artículo…

Si lo que buscas es un sesudo análisis de lo que va a ocurrir el año que viene en el mundo del marketing, esto no es lo que buscas. Si quieres un mero refrito de cuatro chorradas y lugares comunes aparecidos en otros blogs, tampoco.

Esto es, simplemente, lo que creo que va a pasar en 2015 en términos de marketing (algunos dirán de marketing digital) porque, en realidad, ya está ocurriendo hoy, así que no es una predicción tanto como la mera observación del presente:

  • Veremos una explosión de wearables, espoleados por el lanzamiento del iWatch. Aprovechar o no ese incremento es responsabilidad de los marketeros. El dispositivo wearable, aun con capacidades limitadas por su hardware, acompaña al usuario de forma más constante y más íntima que el propio teléfono.
  • En las redes y medios sociales, seguirá el declive del alcance orgánico, lo que conllevará el crecimiento de la amplificación pagada. Además, aumentará la actividad «privada» de los usuarios de redes sociales, que tenderán a compartir menos contenidos en público y harán un uso más intenso de WhatsApp, SnapChat y otras opciones similares.
  • Las marcas profundizarán, todavía más, en sus estrategias de contenidos de marketing, avanzando por el camino de todas las empresas a convertirse en medios de comunicación.
  • Veremos mejoras considerables en marketing móvil, de la mano de la compra programática para móvil y del mayor uso de geovallas y beacons.
  • Contratar un Community Manager jocoso se convertirá en moda. Antes del verano, estaremos ya hartos y las marcas se darán cuenta de que si tu marca no se identifica con el cachondeo, tener un CM cachondo no aporta nada.

Y a esa mera observación del presente le tengo que sumar una apuesta arriesgada: en 2015 veremos el cierre de Google+ o, mejor dicho, su profunda reconversión en otra cosa.

Todos hemos oído hablar del término influencer. Lo que quizá no esté tan claro es qué es realmente un influencer y a quién podemos considerar como tal. En lo único en lo que parece haber consenso, en la actualidad, es que identificar a un influencer es mucho más complicado que el mirar un simple par de métricas.

Cuando se empezó a hablar de influencers, hace ya algunos años, rápidamente hubo que echar mano de cifras simplonas para poner el corte en algún sitio y poder decir «a partir de aquí, estos son influenciadores«. Si tenemos en cuenta que, en el año 2008 o 2009, tener más de 1.000 followers en Twitter era muy poco común (ojo, en España), en aquellos tiempos resultaba muy sencillo identificar a eso que se entendía como influenciador: sólo bastaba con poner el corte en la cifra que te pareciera más adecuada y contactar con quienes la superasen, que tampoco eran tantos. Incluso hubo un tiempo en que algunos te lo ponían muy fácil y se definían a sí mismos como influencers. Ahí es ná.

Por aquella época, surgieron herramientas (la más famosa, Klout, en 2008) que prometían mayor precisión y fineza, además de comodidad, al evaluar la capacidad de influencia de alguien. Estas herramientas, entre las que también hay que mencionar a PeerIndex o a Kred, se dedican a masticar los datos de la actividad online de un usuario y generan, básicamente, una puntuación que resume el nivel de supuesta influencia de esa persona. Grosso modo, esas puntuaciones se calculan usando como base las reacciones (likes, retuits, menciones, etc.) y sus métricas más básicas (crecimiento en seguidores, ratio seguidores/seguidos, la propia puntuación de sus seguidores, etc.). De estas herramientas ya hablé también de pasada en un artículo sobre el SIM Score, que es un concepto relativamente cercano a este que nos ocupa hoy.Sigue leyendo el artículo…

Estudié en la primera promoción del Programa Superior de Dirección Estratégica de Marketing y Ventas (PSMV) de IE Business School. Ayer, asistí a la conferencia de presentación de la próxima edición, la tercera, que comenzará en febrero de 2015.

El objetivo de este programa es, básicamente, propulsar tu mente marketiniana a un nuevo nivel. Nada de las 5Ps del marketing y Unique Selling Propositions: aunque se repasan los conceptos básicos para asegurar que todos están en la misma onda, en este programa se busca profundizar en la realidad actual del marketing, cada vez más social, más global y, sobre todo, más tecnológico.Sigue leyendo el artículo…

La casualidad ha querido que, en el plazo de unas cuantas semanas, haya tenido que recurrir al servicio de soporte técnico de Garmin en dos ocasiones. Tanto mi Garmin vívofit como el Edge 510 de la bici dejaron de funcionar y, como ambos estaban en garantía, me puse en contacto con Garmin para mandarlos a su servicio técnico.

El resultado de ambos procesos ha sido correcto: Garmin me ha enviado sendos dispositivos nuevos para sustituir a los averiados.

Sin embargo, el proceso de atención podría haber sido mucho mejor. Veamos por qué.

Para este análisis, debemos estar de acuerdo en varias premisas:

  1. Garmin es una primera marca que presume de estar a la cabeza de la innovación tecnológica.
  2. Garmin aplica un premium al precio de sus productos que solo están dispuestos a pagar los consumidores que quieren un dispositivo tecnológicamente avanzado de una primera marca.
  3. Si tienes que recurrir al servicio de garantías es porque la marca ha fallado en su promesa principal: que el producto va a funcionar. Este siempre es un fallo gravísimo, pero lo es más si la marca pretende ser el líder de un mercado tecnológico.
  4. Es infinitamente más grave que un mismo cliente necesite recurrir al servicio de atención dos veces en un corto período de tiempo: se trata de un cliente que ha confiado en la marca comprando varios productos y cuya experiencia está siendo especialmente negativa. Cualquier marca debería prestar particular atención a una situación así y, más aún, una primera marca.

A los profesionales del marketing se nos llena la boca de «experiencia de cliente», de «touchpoints» y de conceptos similares y, sin embargo, somos capaces de olvidarnos de prestar atención a los momentos críticos en la relación con nuestros clientes, como cuando nuestros productos fallan estrepitosamente.

Una marca que pretenda permanecer en una posición de liderazgo ha de asegurarse de que sus productos fallen en proporciones ínfimas y de que, cuando ocurra, el cliente sienta que detrás del producto hay una marca que realmente se preocupa por lograr esa experiencia excepcional.

Sin embargo, en el caso de Garmin, lo que podría ser una oportunidad de maravillar al cliente se convierte en un mero trámite técnico, logístico y administrativo. Mentalidad de ingeniería, no de marketing. Del siglo XX, no del XXI.

Hace unos meses, ya hablé de Garmin y de su proceso de digitalización. Las marcas que, tradicionalmente, se han visto a sí mismas como fabricantes de productos necesitan reinventarse como prestadores de servicios y, sobre todo, como creadores de experiencias. Viendo cómo han transcurrido los dos procesos de posventa de Garmin, está claro que a esta marca aún le queda mucho por hacer en ese proceso de evolución.

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Estaba el otro día investigando sobre customer experience y encontré un informe de Gartner cuyas conclusiones clave me llamaron la atención.

Específicamente, me fijé en su punto principal:

Eighty-nine percent of companies surveyed plan to compete primarily on the basis of the customer experience by 2016

El 89% de quienes contestaron el cuestionario de Gartner planean competir principalmente en el terreno de la experiencia del cliente. Hasta ahí, bien. Sin embargo, cabe preguntarse otra cosa:

¿En qué terreno pretende competir el otro 11%? ¿Puede permitirse una empresa, en el entorno actual, no tener la experiencia del cliente como prioridad absoluta?

Quienes no estén ya trabajando en dotarse de la cultura y de las herramientas necesarias para que la experiencia de sus clientes en cualquier contacto con su marca sea óptimo, aún están a tiempo de avanzar. Quienes lleguen a 2016 sin haber dado ese golpe de timón, pueden irse preparando para la obsolescencia.