Everything from:marketing technology

Puede que alguien piense que hablo mucho del fraude en la publicidad programática. Yo sigo pensando que se habla demasiado poco.

¿Cómo puede ser que todas las semanas haya varias noticias que demuestran que más de la mitad de lo que se invierte en publicidad online se va por el retrete y sigamos ahí, como si nada? Luego, que si al área de marketing no nos toman en serio…

El n-ésimo escándalo gira alrededor de los SSP, DSP y exchanges de vídeo que trabajan con muchos de los principales medios de comunicación de habla inglesa (The New York Times, Wall Street Journal y similares).

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En las últimas semanas, alrededor del tema de la conferencia que di en Argentina  sobre Inteligencia Artificial y Big Data, en varias ocasiones me han pedido recomendaciones sobre cómo incorporar la Inteligencia Artificial a las empresas.

Voy a intentar contar aquí lo que creo al respecto, de forma más calmada que cuando me preguntan a quemarropa en una conversación informal. Está dirigido a CEOs y CMOs o, en general, personas al cargo de organizaciones o de parte de ellas desde una perspectiva de negocio.

Si eres más del lado de la tecnología, probablemente deberías leer esto pero, quizás, también tendrás otras preguntas que aquí no voy a tratar (y algunas que, seguramente, no soy capaz de contestar).

Empecemos por el principio

Lo primero de todo: no sé qué es eso de «adoptar la Inteligencia Artificial«. En serio, no lo sé. Me lo habéis preguntado, pero no sé qué contestar. Me suena tan difuso como «adoptar las matemáticas en mi empresa».

En primer lugar, no lo entiendo porque la IA engloba multitud de métodos distintos pero, principalmente, no lo entiendo porque no tiene sentido adoptar algo con el único objetivo de adoptarlo: si lo haces, tendrás que hacerlo para resolver algún problema de tu negocio. Que para eso eres CEO.

Así que la pregunta correcta no es «¿cómo puedo adoptar la IA en mi empresa?» sino «tengo el problema X, ¿puedo resolverlo mejor aplicando algún método de Inteligencia Artificial?». Eso ya tiene más sentido de negocio y se aleja del hype que existe alrededor de este concepto.

Vale, pero, ¿cómo lo hago?

Si ya tienes claro qué problema de negocio quieres resolver, lo siguiente que tienes que hacer es comprender qué NO es la Inteligencia Artificial: no es un método mágico que va a resolver tu problema de un plumazo.

Incluso aunque leas a diario artículos sobre cómo la IA va a cambiar el mundo, nos va a hacer inmortales o va a provocar el fin de la Humanidad, nada de eso es cierto. O, como mínimo, no lo va a ser en un plazo razonable (hay una discusión filosófica y teórica válida sobre estos temas, pero excede el alcance de este texto).Sigue leyendo el artículo…

Hace un par de semanas, contactó conmigo Rubén González, de El Mundo. Me pidió unas valoraciones sobre una serie de cuestiones incluidas en el artículo sobre bots que apareció primero en papel y, después, en la versión online.

El artículo, titulado «Se busca perfil serio, eficaz… y no humano«, incluye declaraciones también de otros profesionales de firmas como Accenture, Oracle, ESIC, etc. Cada uno aporta su visión sobre el mercado de los chatbots y sus posibilidades.

Por aclarar, sobre este tema de los chatbots y sus aplicaciones empresariales, cada día estoy más convencido de que se trata de lo que suelo llamar un «no-mercado». Ya expresaba mis recelos en un artículo del año pasado, «¿Realmente quieres poner un bot en tu empresa?«. El desarrollo de los acontecimientos va en esta línea, desde luego. No hay adopción masiva con objetivos contundentes porque el ROI de los bots es más que cuestionable, debido principalmente a la dificultad para «domesticarlos». Lograr que la experiencia de uso de un bot sea mejor que la de una app convencional es tremendamente caro. Con esas condiciones, la tecnología está ahí y se usa para desarrollos internos, banalidades o para acciones publicitarias, pero no hay un mercado que se nutra de la adopción de chatbots en la línea de negocio o en actividades críticas que afecten a la experiencia del cliente.

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La palabra de moda estos días es “bot”. Un “bot” o “chatbot” o “chatterbot” (usaré estos términos indistintamente) es un programa integrado dentro de una plataforma de mensajería (p. ej. – Facebook Messenger, Telegram, Slack, Twitter…) que nos permite interaccionar con un tercer sistema de forma conversacional. Toma ya, menuda definición.

Por si la definición anterior no te ha servido de mucho, imagina este escenario: vas a viajar, pero no recuerdas los detalles de tu billete de avión, así que abres Telegram e inicias un chat con tu línea aérea y tecleas una pregunta similar a la que le harías a un ser humano (“¿A qué hora sale mi vuelo a París?”); el bot recibe la pregunta, analiza el texto para comprenderlo, utiliza tu usuario de Telegram para identificarte en su backoffice y hace la consulta para recuperar los detalles de tu vuelo; finalmente, el bot te contesta por Telegram (“Tu avión a París sale mañana a las 20:45”) y, como es muy majo, incluye un vínculo para que te descargues la tarjeta de embarque electrónica. Eso es un bot.

Creo, sinceramente, que los bots son un avance. Un gran avance, de hecho. Abren las puertas a una relación más fluida con el usuario y hay docenas de campos en los que un buen chatbot ahorra tiempo y mejora la experiencia. Hemos pasado ya por varias fases, desde los asistentes virtuales como Siri o Cortana hasta los servicios en segundo plano como Google now, y este siguiente paso tiene muchos ingredientes para dar un buen zambombazo. Sin embargo, llevo ya suficientes años metido en esto de la tecnología y el marketing como para no detectar que, alrededor del “fenómeno bot”, hay las habituales toneladas de hype, presupuestos de marketing y opiniones sin base. Así que toca pedir cautela y sensatez, incluso a sabiendas de que raramente la cautela y la sensatez logran evitar disgustos y dispendios en esta industria.

Si estás pensando en utilizar bots en tu empresa, te propongo que reflexiones sobre estas cuatro preguntas antes de tomar la decisión:

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A estas alturas, a nadie se le escapa que todo departamento de marketing debe demostrar, en términos económicos, la efectividad de sus acciones y decisiones. Antes, decíamos que lo que no se puede medir no se podía mejorar. Ahora, lo que no se puede medir no existe.

La excusa de “nos ayuda en términos de imagen o de brand awareness” ya no es aceptada en la mayoría de las organizaciones. Tampoco basta ya con demostrar el retorno global de la inversión en marketing: el beneficio ha de poder medirse con un elevado nivel de granularidad, a nivel de canal, de campaña o de táctica. Así, no sólo es posible validar el rumbo general del área de marketing, sino que también podemos optimizar la inversión y sacar el máximo jugo al presupuesto existente.

Conocer el retorno de cada acción realizada o de cada canal parece sencillo, a primera vista. Por ejemplo si, en un comercio electrónico, invertimos 2.000 euros en una campaña de AdWords y tenemos bien configurado nuestro Google Analytics, podremos saber con precisión cuantos clicks han convertido y cuánta facturación han generado esos 2.000 euros. Fácil, ¿verdad? Pues no. Quizá nos conformemos con ese dato pero, a poco que pensemos en el asunto, nos daremos cuenta de que la realidad es mucho más complicada. Por ejemplo, podemos hacernos preguntas como estas:Sigue leyendo el artículo…

Estaba el otro día investigando sobre customer experience y encontré un informe de Gartner cuyas conclusiones clave me llamaron la atención.

Específicamente, me fijé en su punto principal:

Eighty-nine percent of companies surveyed plan to compete primarily on the basis of the customer experience by 2016

El 89% de quienes contestaron el cuestionario de Gartner planean competir principalmente en el terreno de la experiencia del cliente. Hasta ahí, bien. Sin embargo, cabe preguntarse otra cosa:

¿En qué terreno pretende competir el otro 11%? ¿Puede permitirse una empresa, en el entorno actual, no tener la experiencia del cliente como prioridad absoluta?

Quienes no estén ya trabajando en dotarse de la cultura y de las herramientas necesarias para que la experiencia de sus clientes en cualquier contacto con su marca sea óptimo, aún están a tiempo de avanzar. Quienes lleguen a 2016 sin haber dado ese golpe de timón, pueden irse preparando para la obsolescencia.

En un entorno en el que las decisiones sobre tecnología están basculando desde el departamento de sistemas hacia el de marketing, cabe preguntarse si la información que se genera en esa área está convenientemente protegida.

Recientemente, he tenido la oportunidad de comprobar, de manera muy cercana, los múltiples problemas a los que se enfrenta un usuario cualquiera para proteger sus datos, incluso cuando mantiene una buena política de copia de seguridad. El iPhone de mi mujer dejó de funcionar estando de viaje en el extranjero: cuando no tienes cerca tu ordenador y las wifis a las que tienes acceso no son más que conexiones gratuitas, lentas y poco fiables, copiar o restaurar casi 7GB de información se convierte en tarea imposible. Un claro ejemplo de cómo incluso a la mejor política sobre el papel se le encuentran puntos débiles en cuanto se la expone a la más diversa realidad.

Todo esto me ha llevado a pensar en el gran tema que afecta a los directivos de marketing de la actualidad: como ya dije hace unas semanas, el director de marketing es cada día más un decisor y gestor de tecnología. Si bien todos reconocemos que resulta esencial que el CMO se coordine con la división tecnológica de su organización para optimizar decisiones y operaciones y evitar el caos, lo cierto es que esto no es posible en todos los escenarios: no son pocas las organizaciones actuales en las que ni siquiera existe un rol específico equivalente al CIO, sino que las decisiones de negocio y tecnología emanan, desde la fundación, de una misma persona.Sigue leyendo el artículo…