Everything from:ética

A finales de julio, recibí un SMS de mi operador móvil, Movistar, en el que me informaban de que había consumido ya el 90% de mi tarifa de datos de 2GB.

Un par de días después, recién estrenado el mes de agosto, llegó el siguiente SMS, con la funesta noticia de que había consumido ya el 100% del plan de datos, con tan sólo 13 días transcurridos de mi ciclo de facturación.

Pasaba a convertirme en un paria digital, limitado a una velocidad de navegación más propia de los módems que usábamos en los años 90.

No te vayas: esto no va a ser un chorreo sobre los operadores de telefonía móvil y sus leoninas condiciones. El problema no está en mi compañía telefónica: todo ocurrió según el contrato y resolver la situación me resultó cómodo e incluso económico.

Analicé lo que había pasado y vi dónde estaba la causa: navegar por la web ya no es tan «económico en bytes» como en el pasado. Unos días de mayor dependencia del 3G pueden hacer que, incluso sin apenas ver vídeos o descargar música, consumas datos como si no hubiera mañana. El problema está en las webs que visitamos a diario.

Resulta que, actualmente, el tamaño medio de una página web es de más de 2 megabytes (2.099 KB, para ser exactos), medido en el millón de webs con más tráfico. Este tamaño medio se ha duplicado en los últimos 3-4 años y se ha multiplicado por 150 desde 1995.

Es cierto que, al mismo tiempo, también han crecido la potencia de nuestros equipos, el ancho de banda que disfrutamos o la eficiencia de nuestros navegadores, pero no parece que esas mejoras estén compensando por completo el sobrepeso de las páginas webs: según Radware, el tiempo de carga medio de las 100 principales webs de retail a nivel mundial ha pasado de 7,1 segundos en 2012 a 10,4 segundos en la actualidad. Esto último medido en PCs, no en los cada vez más importantes dispositivos móviles, donde hay, además, una enorme diversidad de capacidades de rendimiento en función de la gama de la que hablemos.

El desglose del peso de esa “página web media” de 2 MB es llamativo: más de la mitad de ese peso (1.310 KB) corresponde a imágenes, con los scripts en segundo lugar (329 KB), el vídeo en tercero (227 KB), el CSS en cuarta posición (63 KB) y, finalmente, en último lugar, el pobre y humilde HTML, que sólo aporta 56 KB a la suma.

Claramente, corren malos tiempos para el texto. Me pregunto si la forma de medir de HTTP Archive tiene en cuenta todo lo que esos scripts se descargan tras la carga inicial y de forma dinámica a medida que el usuario interactúa con la página. Apostaría algo a que no, porque eso no es fácil de conseguir por medio de bots.Sigue leyendo el artículo…

Cuando, esta mañana, publiqué el artículo en el que hablaba de las jornadas laborales y la ausencia total de horarios, no tardaron en surgir reacciones en Twitter y FB.

Entre todas esas reacciones, llegó este tuit de José Manuel Alarcón, con quien siempre es agradable conversar en Twitter:

En el que apunta a este artículo donde expone su visión sobre los riesgos de la ausencia de horarios propiciada por las tecnologías que nos permiten trabajar en cualquier ubicación. A ese fenómeno, José Manuel lo llama hiper-conectividad y afirma que nos quita nuestros derechos:Sigue leyendo el artículo…

Ayer, saltó la noticia del ERE en Softonic, una empresa que había ocupado el primer puesto en no pocos rankings de mejores lugares para trabajar y a quienes era habitual ver en eventos técnicos captando activamente a los mejores profesionales.

La última vez que yo hablé sobre Softonic fue hace ahora unas tres semanas, con quien ahora es mi exjefe (acabo de cambiarme de trabajo). Hablábamos sobre el ambiente startup y sobre la dificultad de mantener a los buenos profesionales en la casa, contentos y motivados. Y salió Softonic en la conversación, como lugar paradójico: un sitio en apariencia muy atractivo para trabajar pero con un modelo de negocio realmente cuestionable. Pocos días antes, Softonic había intentado «timar» a José Manuel con multitud de trucos de interfaz cuando intentaba descargarse, atención, WinZip. En los últimos tiempos, es una auténtica gesta descargar algo desde Softonic sin incurrir en costes ni terminar con el PC lleno de adware y barras de navegador.Sigue leyendo el artículo…

Todos sabemos que los enlaces a tu web son fundamentales para cualquier web, ya sea como parte de tu estrategia SEO o como una manera de lograr visitas por referencia directa desde otras webs. Sin embargo, llevados por este concepto, muchas empresas se lanzan a estrategias de link building muy agresivas orientadas a disparar su posición en los rankings de Google.

Estas prácticas de link building a gran escala conllevan riesgos considerables: recibir una importante penalización por parte de Google, que puede pasar factura a nuestro negocio durante meses o años.

Entre las prácticas que Google intenta detectar y penalizar destacan los enlaces pagados, los intercambios excesivos de enlaces, los anuncios que transfieren PageRank (es decir, que no usan mecanismos como la etiqueta rel=»nofollow») o, por supuesto, los vínculos no naturales, como los que a veces podemos encontrar en plugins y plantillas gratuitas para sistemas de publicación como WordPress.

He compartido esta página en Slideshare con las principales ideas alrededor de este asunto:Sigue leyendo el artículo…

Un par de artículos de estos días, me han hecho pensar más sobre lo que escribí la semana pasada al hablar de las cinco verdades incómodas sobre SEO que no se suelen decir abiertamente.

El primero de ellos fue el que publicó David Bonilla en su blog, acerca de las decisiones que han tomado con respecto a la relación con Google en sus negocios, como el comparador de videojuegos Otogami. David dice cosas como:

No sé si seremos capaces de montar un negocio online sin la ayuda de Google, pero si sé que no quiero montar un negocio online que dependa de Google

Y pone como ejemplo el caso de eDreams, el portal de viajes que se dio un castañazo en bolsa al caer estrepitosamente en el índice de Google. Dice David que no quiere trabajar para Google y, en eso, tiene más razón que un santo. Sin embargo, entre trabajar para Google e ignorar a Google hay un punto medio muy interesante que muchos olvidan:

…construir algo tan awesómico que consiga el “Efecto Wow”. Algo que guste tanto a la gente como para incitarla a compartirlo y PRESCRIBIRLO.

David dixit. Ahí está el misterio: pensar en satisfacer a tus clientes. Oh, sí, ya sé que eso es lo que te dicen en la primera clase de «Introducción al marketing» pero, ¿a que se nos olvida a menudo?

Pero lo mejor no es eso: lo mejor es que lo que gusta a tus clientes es también lo que le gusta a Google. Lo contrario no es necesariamente cierto: los contenidos pensados para posicionar son, mayoritariamente, ideales para disgustar a tus usuarios. Desde Google, no se hartan de decírnoslo: lo que importan son los contenidos de calidad. Pues, nada, todo el mundo empeñado en crear falsas páginas de resultados de búsqueda, contratar granjas de vínculos, usar dominios intermedios y cualquier otra guarrería, sólo con tal de estar arriba.

Por cierto, ya va siendo hora de dejar de usar expresiones como «por culpa de los cambios en los algoritmos de Google». Google tiene su lado oscuro, sin duda, pero sería mucho más correcto (y honesto) decir cosas como «ya nos han pillado los de Google intentando colársela de mil formas».

El segundo artículo sobre el tema es este que he encontrado en Mashable y cuyo título he calcado hoy: Are we coming to the end of SEO? Básicamente, el artículo trata de estas cuestiones de aquí arriba: a Google le interesa primar el contenido de calidad por encima de la sobre-optimización SEO y, si te concentras sólo en esto en lugar de en pensar en tus clientes, sólo es cuestión de tiempo que te den un capón que te haga perder un 60% en bolsa. Quizá, si lo dice alguien en Mashable y, además, en inglés, más gente empezará a convencerse y a concentrarse en el viejo oficio de dar a tus clientes lo que quieren (o, preferiblemente, más de lo que esperan).

Sólo para que conste: no creo que se acerque el fin del SEO, en general. El SEO que sí está abocado a la extinción (o, como mínimo, a una constante escalada armamentística contra Google, plagada de costes y de riesgos) es aquel que sólo mira a Google, al ranking, y se olvida del cliente.

Hoy, medio Twitter ha estallado por la «noticia» (nótense las comillas) de que el gobierno había limitado (nótese el tiempo verbal) el crowdfunding en España. Como con todas estas noticias, las redes sociales bullían con todo tipo de conclusiones, juicios y proclamas en contra de tal limitación.

Pasadas las horas y a medida que otros medios de comunicación menos sensacionalistas que el primero comenzaban a hacerse eco de la noticia, la cosa se iba matizando: el gobierno aún no ha regulado nada sobre el crowdfunding en España, sino que tan sólo se ha visto por primera vez el borrador del anteproyecto en el Consejo de Ministros. De ahí a que ese anteproyecto se convierta en Ley, no sólo falta un buen tiempo, sino que a saber cuántas modificaciones (a peor o a mejor) se le van a ir haciendo por el largo camino parlamentario. Pero, claro, es que nos gusta leer los libros rapidito y pasamos de la introducción al desenlace saltándonos los tediosos cientos de páginas del medio. Y esto, a menos de una semana de que miles de personas patinasen de forma brutal con el «falso documental» de Évole sobre el 23-F, Operación Palace. Es que no aprendemos.Sigue leyendo el artículo…

Uno de los asuntos relacionados con el examen del PMP que generan más consultas son los requisitos previos para poder presentarse. Actualmente, el PMI exige 36 meses (3 años) sin solapamientos de experiencia profesional liderando y dirigiendo proyectos (5 años si no se posee un título universitario), además de 35 horas de formación específica.

Muchos de los profesionales interesados en alcanzar la certificación PMP que se ponen en contacto conmigo no cuentan con esa experiencia. En muchos casos, están realmente lejos de esas cifras.

No me sorprende que tantas personas que no cumplen con los requisitos básicos para presentarse al examen deseen alcanzar la certificación. En España, es demasiado habitual que el PMP se vea como un mecanismo de acceso a la profesión de project manager, en lugar de como el reconocimiento de una trayectoria de dedicación a la gestión de proyectos.

Como consecuencia, también, el valor percibido del PMP en España es mucho más bajo que en otros países.

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