En estos tiempos, no paramos de hablar de inteligencia artificial, metaversos y otros conceptos de moda. Con este escenario, es fácil relegar a un segundo plano los instrumentos menos llamativos de nuestra caja de herramientas.
Uno de los grandes olvidados en la conversación sobre marketing digital es, sin lugar a dudas, el email. Da igual que una organización envíe decenas de miles de correos comerciales cada día: seguramente, el email marketing no ocupará ni una nota al pie en sus planes estratégicos.
A pesar de esa poca atención, el email marketing sigue siendo uno de los principales canales de captación de nuevo negocio, de fidelización y, también, de construcción de marca. Hace unos años, muchos no dudaron en dar por muerto a este canal y, sin embargo, es un mercado que sigue creciendo a doble dígito año tras año, y que sigue ofreciendo tasas de ROI impresionantes: por cada euro invertido en email marketing, puedes lograr 36 en ingresos. Ningún otro canal se mueve de forma consistente en esas cifras.
Desgraciadamente, no podremos aprovechar ese gran potencial del email marketing si nuestros correos electrónicos no llegan a la bandeja de entrada de nuestros clientes. Y esto ocurre mucho más a menudo de lo que creen la mayoría de los profesionales del marketing.
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